Antigüedad y futuro del camélido andino

Escrito por Alonso Burgos y publicado en la revista Quipu Virtual.

Hace alrededor de seis mil años, un fenómeno decisivo habría de marcar el destino conjunto del habitante de los Andes y de sus inseparables compañeros: la alpaca y la llama. Mientras el primero transitaba hacia la ruta de la civilización desde sus enclaves primigenios en costas y montañas, los segundos eran domesticados desde sus ancestros silvestres, la vicuña y el guanaco, y evolucionaban hasta convertirse en los dóciles animales, cubiertos de maravilloso  pelajesque conocemos hoy.

Las culturas tempranas del Perú ancestral lograron domesticar primero y reproducir después dos materias primas magníficas para la elaboración de sus textiles: el algodón y el pelo de los camélidos sudamericanos. Entre los cuatro camélidos, la alpaca es la que terminó siendo, por su abundante pelaje y su incomparable variedad de colores -que van del blanco al negro con todas las tonalidades de marrones y grises de por medio-, la mas utilizada para la elaboración de todo tipo de prendas, mantas, tapices y una variedad de artículos de uso cotidiano.

A la llegada de los españoles, la producción textil en el Perú era impresionante, tanto por su cantidad como por su calidad. Gran parte estaba hecha con fibra de los camélidos, en especial la alpaca. Sin embargo, cuando los nuevos pobladores se fueron estableciendo en las zonas ganaderas del altiplano, los mejores pastos y climas empezaron, poco a poco, a ser destinados a los novedosos vacunos, equinos y ovinos, relegando a la alpaca a territorios cada vez más altos y remotos, encima de los 4,000 metros, donde el clima es extremo, el alimento escaso y donde la temperatura del día, unos 20º centígrados, puede dar paso a un gélido amanecer de menos 20º. 

En esas condiciones viven, hasta nuestros días, los pastores de alpacas y sus preciados animales. En pleno siglo xxi,

los habitantes de las estancias alpaqueras, que se cuentan por decenas de miles, son herederos directos de muchísimas costumbres, leyendas y mitos profundamente arraigados en la cosmovisión andina. Son, además, los principales depositarios de las raíces de las poblaciones ancestrales y, a la vez, figuran entre los pobladores con menores recursos en la sociedad peruana contemporánea. Los bajos precios de esta materia prima, las ineficiencias de escala y el deterioro genético del ganado alpaquero confabulan contra ellos. Actualmente, su edad promedio ronda las seis décadas. 

In En 1836, un hecho fortuito habría de cambiar nuevamente el destino de las alpacas. Sucedió en el puerto de Liverpool, cuando un acaudalado e importante empresario textil de la época, el británico sir Titus Salt, tropezó con unos fardos de fibra abandonados. Al descubrirlos, se dio con la sorpresa que contenían unos pelos maravillosos que no eran ni de oveja ni de cabra ni de ningún otro animal conocido. Trasladó los fardos a su fábrica y, desde ese entonces, empezó la alpaca su cautivante historia en los mercados internacionales de las fibras textiles nobles.

Hasta muy entrada la primera mitad el siglo xx, la fibra de alpaca se exportaba en bruto desde el Perú a Inglaterra, tanto así que en Europa se llegó a considerar a la alpaca como un producto de origen inglés. Según datos de un viejo exportador, solo una cuarta parte de la fibra era de color blanco y beige claro, mientras que el resto estaba constituido por fibra de todos los otros colores naturales: cafés, grises y negros.

Fue en los años cincuenta que, nuevamente, otro hecho fortuito cambiaría la composición de los colores de la alpaca. Para finales de los años setenta se había perpetuado el blanqueo de la fibra de alpaca: 80% de esta pasó a ser de color blanco y solo el 20% restante de los demás colores naturales. Se dice que el culpable de este fenómeno fue el famoso Frank Sinatra quien, en esos años, al tope de su popularidad, apareció vestido en una de sus películas con una vistosa chompa de alpaca, jugando al golf. Los industriales textiles estadounidenses de la época, afincados en Boston, empezaron a pedir entonces cantidades mayores de alpaca, siempre y cuando fuera esta de color blanco, más fácil de teñir al gusto americano. Fue así como, en muy poco tiempo, se empezaron a perder los colores naturales de la alpaca. 

Por esa misma época, otro evento, esta vez de carácter político, terminaría por alterar de manera profunda no solo la posesión de los animales sino también su calidad. La reforma agraria impulsada por la dictadura militar que gobernó el Perú en los años setenta, propició que se atomizara la tenencia de las alpacas, dejándolas en manos de pequeñas unidades de producción familiar, con un promedio de cien animales por estancia. Las pocas haciendas o empresas ganaderas que hasta ese entonces habían criado alpacas aplicando algún grado de selección, dieron paso a una precaria explotación de subsistencia, con el consiguiente deterioro en la calidad de la fibra. Fueron esos también los años en que nacían en la ciudad de Arequipa las primeras empresas textiles modernas, especializadas en la producción de artículos de alpaca. 

Inicialmente, se exportaba fibra simplemente agrupada en colores básicos; luego, en categorías por la calidad de la misma. Posteriormente se empezó a lavar, cardar y peinar la fibra antes de exportarla en forma de «tops». . En los años ochenta, la transformación industrial pasaría por la elaboración de hilados y, con ellos, la confección de telas y prendas de punto de excelente factura. Ya para el cambio de siglo, la industria textil alpaquera del Perú había logrado alcanzar estándares muy elevados de calidad y diseño, lo cual ha permitido que llegue a los mercados más sofisticados del mundo.

Paradójicamente, sin embargo, el nuevo siglo encontraría a la alpaca sumida en una suerte de debacle genética. Por un lado, los colores naturales se habían reducido drásticamente hasta constituir, por ejemplo, en el caso del negro, solo una mínima parte del total del pelo producido en el país. Por otro, la calidad de la fibra blanca había disminuido hasta el punto de que solo menos de la décima parte era fina; la llamada calidad baby, que tiene veintidós micras de grosor en promedio comparado a las diecisiete micras del famoso cashmere. Esa pequeña parte de fibra fina de la alpaca no resulta suficiente para competir en los mercados internacionales con tan encumbrado contrincante, mas aún si se considera que esta es íntegramente de fina calidad y exenta de pelos gruesos o cerdas, causantes de la sensación de picor. La consiguiente diferencia en los precios de ambas fibras puede llegar, en promedio, hasta diez veces una con respecto a la otra. 

El cambio de siglo coincidió con el nacimiento de una cruzada singular, privada, que, en la estación experimental Pacomarca, en Puno, bajo la asesoría científica de la Universidad Complutense de Madrid, y, en especial, del genetista Juan Pablo Gutiérrez García, viene desde entonces derribando mitos y exponiendo notables posibilidades para la mejora genética de la alpaca. Es preciso tener en cuenta que de todas las especies animales domésticas, la alpaca es probablemente una de las menos estudiadas desde el punto de vista genético. Los trabajos del doctor Gutiérrez han logrado demostrar, en base a un sofisticado programa de selección basado en la genética cuantitativa, que la alpaca puede llegar a producir hasta cinco veces más fibra extra fina de lo que hoy produce. Más aún, con el uso del método de la mejor predicción linear insesgada, blup por sus siglas en inglés, y contando con un singular aparato creado y fabricado en el Perú, que es capaz de identificar y medir los tipos de cerda o fibra medulada que se encuentran en la fibra de alpaca, se espera poder eliminar los pelos que causan el picor. Esto significaría un incremento significativo en el valor de la fibra en los mercados internacionales. Se calcula que en un par de generaciones de estos camélidos, unos catorce años, se alcanzaría tal meta. El problema radica en la escala necesaria para alcanzar el objetivo. Para replicar lo que se viene logrando experimentalmente, sería necesario involucrar varias decenas de miles de animales, lo cual representa un reto logístico y financiero considerable. 

Adicionalmente, se viene trabajando también en la recuperación de los animales de color negro puro. Hace unos años, el grupo de estudio salió a adquirir todos los animales de pelo negro que pudo encontrar. Hoy maneja el hato mas grande del país y, por primera vez, ha juntado la cantidad suficiente como para emprender un programa intensivo de selección genética destinada a reproducir solo aquellos animales que lleven consigo los genes de este clásico color y replicarlos en las generaciones venideras. La fibra de alpaca de color negro puro natural está destinada a convertirse en la estrella de la historia contemporánea de este animal y a significar una verdadera oportunidad de negocio para miles de familias alto andinas.

 En los últimos años, los conceptos de «trazabilidad» y «sostenibilidad» han irrumpido con fuerza en muchos mercados, entre ellos el textil. En el caso de la alpaca, pareciera que la única manera de adaptarse a las nuevas exigencias y seguir aprovechando esta magnífica fibra es incrementando significativamente su valor, de modo que los jóvenes pastores vuelvan a mirar su crianza como una actividad rentable con proyección futura. La llave para ello se encuentra, sin duda, en programas de mejora genética como el reseñado. La ciencia ya convalidó la propuesta. Ahora se trata de encontrar los mecanismos financieros para su promisoria aplicación.

Incalpaca
Editor

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